Al ser nombrado Papa, Jorge Mario Bergoglio ha elegido el nombre “Francisco” en recuerdo de San Francisco de Asís, conocido sobre todo por haber llevado y predicado una vida de pobreza, acorde con las enseñanzas de Cristo.
Este simbólico vínculo que conecta el Papa a su santo tocayo y aún más profundamente a Jesús llega a ser innegable cuando nos fijamos en el ejemplo del Santo Padre, el cual se ha dedicado en cuerpo y alma a una vida de simplicidad, humildad y caridad.
La cruz pectoral escogida por el Pontífice, concebida por el artesano italiano Vedele y realizada por uno de sus alumnos, evoca a una de las Parábolas de Jesús, la del Buen Pastor. Esta alegoría, también conocida como la parábola de la Oveja Perdida, identifica el Buen Pastor con la figura de Cristo, que busca la oveja perdida, representando el pecador. De la misma manera, Papa Francisco guía hacia la luz de la fe a los que la han perdido, o a aquellos, cuya convicción se ha debilitado.
Llevar esta cruz simboliza un empeño a seguir los preceptos de Cristo, con la misma devoción que demostró a su tiempo San Francisco, y siguiendo también el ejemplo más reciente de nuestro Santo Padre.