Los 10 Mandamientos son las 10 reglas fundamentales que todos los buenos cristianos deben seguir para respetar las enseñanzas de Jesús y los principios en los que se fundamenta el cristianismo. Representan 10 sencillas reglas de oro que son la base de la convivencia civil y el respeto al prójimo, desde un punto de vista cristiano. Fueron entregados por el Señor a Moisés, durante su aparición en el Monte Sinaí, mientras el pueblo judío huía de Egipto, donde fue reducido a la esclavitud.
¿Los recuerdas?
Hagamos un pequeño repaso y descubre nuestros pequeños consejos sobre cómo respetarlos en cada momento de tu vida.
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Amarás a Dios sobre todas las cosas
Este es el primero de los 10 Mandamientos y dice claramente que el único Dios cuya existencia podemos concebir es el Señor, el Uno y el Único. El cristianismo, todos lo sabemos, es una religión monoteísta y concibe únicamente la existencia de un solo Dios, que es nuestro Padre Eterno, que nos ama a todos, hasta el punto de sacrificar a Su único Hijo por la salvación de todos nosotros.
Recuerda siempre que nuestra creación y nuestra salvación están relacionadas con la misma entidad que es Dios Todopoderoso. Él es el único a quien le debemos todo; por esto siempre debemos desconfiar de aquellos que quieren hacernos creer que nuestra existencia se debe a otras entidades o circunstancias. En Génesis, el primer libro de la Biblia, se explica ampliamente cómo se produjo la creación de la tierra y del hombre.
Si tienes alguna duda, consulta la Santa Biblia.
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No tomarás el nombre de Dios en vano
El segundo es un sacramento importante, que a menudo es violado incluso por los cristianos más diligentes y respetuosos. A veces, cuando estamos enojados o molestos, no sabemos a quién culpar, y algunos de nosotros cometemos el error de volvernos hacia Dios como el único responsable. Por supuesto que no, pero la tentación de desahogar la ira, uno de los siete pecados capitales, nos lleva a pronunciar el nombre de Dios en vano, por lo que es muy importante mantener la calma en los momentos de mayor ira y darnos cuenta de que Dios, en cambio, es nuestro mayor aliado, nuestra mayor fortaleza y el que más nos ama, incondicionalmente, por encima de todas las cosas.
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Santificarás las fiestas
¿Te acuerdas de cómo se creó la tierra?
Dios también descansó después de un largo trabajo en el séptimo día. Asimismo, siempre debemos recordar santificar las fiestas, dedicar el tiempo adecuado al descanso y la convivencia con nuestra familia. En una sociedad que siempre quiere que seamos productivos y casi esclavos del dinero y las ganancias, sé quien sepa dedicar el tiempo al descanso, a la familia, a los seres queridos ya las cosas sencillas. El trabajo es lo que nos permite vivir, es cierto, pero no vivimos para trabajar, trabajamos para vivir.
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Honrarás a padre y madre
Nuestros padres son las personas que más nos quieren en el mundo, casi tanto como Dios Todopoderoso. Ellos son los que por amor nos dieron la vida, nos criaron, nos enseñaron a leer y a escribir, y que estarán siempre cerca de nosotros, hasta el final de sus días. Recuerda siempre honrarlos, respetarlos, hacerlos partícipes de las fases fundamentales de tu vida, sean tristes o alegres. Tus padres siempre estarán ahí para apoyarte y ayudarte; haz lo mismo por ellos.
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No matarás
El asesinato es el peor de los pecados que un ser humano puede cometer. Se trata de privar a una persona del don más preciado que Dios nos ha dado, que es la vida. La vida es un don de valor inestimable, es un milagro, es un acto de amor que nace de la unión de las personas que nos traen al mundo. El asesinato es exactamente lo contrario de este regalo invaluable. Evítalo siempre, con todas tus fuerzas.
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No cometerás actos impuros
El adulterio, y por tanto la comisión de actos impuros, es un pecado muy grave que consiste en la falta de respeto hacia nuestra pareja. Cuando decidimos casarnos con una persona, hacemos una promesa de amor ante Dios que durará toda la vida. Es importante honrar siempre esa promesa, en nombre de Dios, del respeto mutuo, y en nombre del amor, el sentimiento más alto y noble que una persona puede tener en la vida.
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No robarás
Robar es uno de los pecados graves que una persona comete en la vida. Muchas veces, por necesidad o por condiciones de extrema pobreza, algunas personas cometen hurtos, tratando de tener una mejor y más cómoda condición de vida. Pero tratemos de pensar desde el punto de vista del robado: ¿querríamos alguna vez que alguien viniera a robarnos algo que quizás hayamos obtenido con extremo esfuerzo y sacrificio? Obviamente no. Por eso, siempre que sintamos la necesidad de robarle algo a alguien, tomando “la vía más fácil y rápida” de conseguir algo, siempre debemos pensar en lo que no nos gustaría que nos hicieran los demás. Aprendemos a ponernos en los zapatos de los demás y, por tanto, a no hacerles daño. Al hacerlo, seguiremos las enseñanzas de Cristo de la mejor manera posible, siempre con respeto por los demás.
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No darás falso testimonio ni mentirás
Dar falso testimonio y mentir es a veces muy peligroso. Imaginemos a alguien que ha sido acusado injustamente: pronto se verá obligado a responder por una falta que no le corresponde, por ejemplo, ante un tribunal. ¿Crees que esto es correcto? Obviamente no. Por eso es sumamente importante decir siempre la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad. Decir una mentira o dar un falso testimonio podría dañar seriamente a otros, quienes no tienen la culpa. Una vez más, trata de ponerte en el lugar de tu prójimo; esto te ayudará a comportarte de acuerdo con una buena moralidad y valores cristianos.
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No consentirás pensamientos ni deseos impuros
El respeto a los demás es la base de la convivencia civil.
Cuando nos casamos, hacemos una promesa de amor ante Dios y es nuestro deber cumplir esa promesa de por vida. Desear la mujer (o el hombre) de los demás podría llevarnos a cometer uno de los siete pecados capitales: la lujuria, que es una de las grandes tentaciones demoníacas. Por eso, es bueno quitar cualquier deseo hacia una persona que ha prometido su amor a otra persona.
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No codiciarás los bienes ajenos
Desear algo de los demás está íntimamente ligado a uno de los siete pecados capitales: la envidia. ¿Por qué querer algo que pertenece a otros cuando simplemente podemos trabajar más duro para conseguirlo para nosotros mismos? Si realmente deseamos algo muy intensamente, sin duda tendríamos mucha más satisfacción sabiendo que lo conseguimos nosotros mismos. Todo está en el compromiso que le ponemos. Así que no nos demos por vencidos y dejémonos alentar por nuestros seres queridos y nuestra familia para lograr nuestras metas.
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