Permiso, Gracias y Perdón: son tres palabras muy apreciadas por el Papa Francisco, que abren la reflexión sobre cómo vivir en manera pacífica en familia. Palabras sencillas, pero tal vez difíciles de poner en práctica. De todas formas, en estas está la esencia de algunos valores cristianos fundamentales, gracias a los cuales descubrimos la importancia del respeto, del perdón y de la gratitud.
Descubre las tres palabras fundamentales para establecer una relación aún más fuerte con tus queridos.
1. Permiso
La primera palabra es Permiso.
Pedir algo gentilmente nos prepara a una condición de apertura hacia los otros; para entrar en la vida de una persona, también cuando ya pensamos de formar parte, tenemos que hacerlo con sensibilidad y discreción. Tal vez, la confianza que tenemos con nuestra familia nos hace sentir autorizados a dar las cosas por sentadas. Pero cuando queremos a una persona tenemos que acordarnos de respetar su libertad y sus tiempos para que abra su corazón a nosotros. Hasta Jesús nos pide permiso para entrar en nuestras vidas:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo”.
Apocalipsis 3:20
Usar un lenguaje cortés y lleno de amor hace muy bien a las familias.
2. Gracias
La segunda palabra es Gracias.
Muchas veces, demostrar gentileza o agradecer vienen vistos como señales de debilidad, en relación al uso siempre más frecuente de malas palabras. El arma más poderosa para invertir esta tendencia es la enseñanza de la gentileza y de la gratitud dentro de la familia, pilar de la sociedad. Virtudes como la gratitud y el agradecimiento constituyen la esencia de la fe católica: un cristiano que no sabe agradecer, es alguien que se ha olvidado del lenguaje de Dios. Agradecer nobilita el alma, es como una flor que crece dentro de nosotros y nos acerca no solo a Dios, sino también a nuestros queridos.
3. Perdón
La tercera y última palabra es Perdón, palabra muy difícil de expresar a veces, aunque tal vez necesaria. Cuando no nos arrepentimos de nuestros errores, se crean unas pequeñas grietas en las relaciones con nuestros queridos que corren el riesgo de ampliarse hasta llegar a ser fosas profundas, difíciles de llenar.
Reconocer nuestros errores y desear buscar remedio nos hace dignos del perdón.
Pedir disculpas es el mejor antídoto a las rupturas. Si no somos capaces de pedir disculpas, tampoco seremos capaces de perdonar. Cuando no se pide disculpas dentro de una familia, se crean fracturas que pueden llegar a ser irrecuperables.
Como aconseja el Papa Francisco:
“Nunca terminar el día sin hacer las paces”
La fractura que se puede crear entre marido y mujer, o entre padres e hijos, tiene que ser reparada cuanto antes y nunca llevada a lo largo de los días. A veces, una caricia, un abrazo o un pequeño gesto puede significar mucho y ser fundamental para vivir en armonía con la familia.
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