El 2 de noviembre es el Día dedicado a la Conmemoración de los Fieles Difuntos, más sencillamente conocido como “Día de los Muertos”. Esta celebración nace en el siglo IX e institucionalmente se coloca justo después del Día de Todos los Santos. Para esta ocasión, existe una oración especial llamada El Eterno Reposo, dedicada a las Ánimas Benditas del Purgatorio.
Vamos a descubrir el significado de esta importante solemnidad.
Orígenes del Día de Todos los Fieles Difuntos
Contrariamente al Día de Todos los Santos que es festivo, el Día de los Difuntos es considerado un día laboral a todos los efectos. En el caso de que cayera el domingo, la Conmemoración usualmente viene desplazada al lunes siguiente.
El Día de los Difuntos fue instituida por el Abad benedectino Odilón de Cluny, cuya devoción por las Ánimas Benditas del Purgatorio era tan fuerte que él mismo dedicó todas sus oraciones y penitencias a la liberación de las almas de esta condición.
La leyenda dice que uno de sus compañeros de fraternidad, de vuelta de la Tierra Santa, contó a Odilón del encuentro con un ermitaño tras una tormenta sobre las costas de Sicilia. El ermitaño dijo al compañero de haber oído los gritos de las ánimas del Purgatorio llamar con gran voz el nombre de Odilón. Delante estas palabras, él mismo ordenó a todos los monjes de la Abadía de sonar los timbres fúnebres después de las vísperas del día 1 de noviembre, instituyendo de hecho la solemnidad Cristiana de la Conmemoración de los Fieles Difuntos.
Significado de la Conmemoración de los Difuntos
Ya desde los tiempos más antiguos, las poblaciones solían celebrar a los difuntos con oraciones y rituales. También los Cristianos son llamados a rezar por las ánimas del Purgatorio, lugar donde expiar las culpas de la vida en la Tierra para que sean acogidas en el Reino de Dios.
Rezar por los muertos significa entonces encomendar con fe a la misericordia de Dios, pero no solamente: a través de las oraciones, meditamos sobre el Misterio de la Muerte y la promesa de Vida Eterna que nos hizo Jesús Cristo.
Santos Patronos de las Ánimas del Purgatorio
San Nicolás
Muchas personas conocen las razones que vinculan San Nicolás a Papá Noel, pero quizás no todos saben por qué Papa León XIII lo eligió Santo Patrono de las Ánimas del Purgatorio.
La historia cuenta que una noche San Nicolás tuvo la visión de un fraile difunto pidiéndole que le ofreciera la Comunión para sí mismo y para las ánimas que estaban con él, para que todas pudiesen salvarse del Purgatorio y llegar al Paraíso. El Santo obedeció y durante toda una semana rezó para aquellas ánimas hasta cuando, después de siete días, el fraile difunto volvió a visitarlo y le dijo que, gracias a su acción, pudo ayudar muchas ánimas acceder al Paraíso.
San Miguel
Todo el mundo conoce al Arcángel Miguel como el guerrero que defendió a Dios contra Satanás. Sin embargo, San Miguel representa mucho más: él tiene de hecho el rol muy importante de transportador de las ánimas. En muchas iconografías viene representado con la báscula en lugar de la espada; con esta, pesa los pecados de las ánimas.
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La Virgen del Carmen
También la Virgen del Carmen, celebrada en el calendario litúrgico el día 16 de julio, es considerada la Santa Patrona de las Ánimas del Purgatorio, la que en sus manos tiene todas las gracias y el poder para aliviar las penas de sus devotos. También conocida como Nuestra Señora del Carmen, es asociada a la Virgen del Sufragio. A ella nos dirigimos para que las ánimas de nuestros queridos difuntos lleguen cuanto más pronto al Paraíso.
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La Oración del Eterno Reposo
El Eterno Reposo, en latín requiem aeternam, es la oración con la cual pedimos a Dios su intercesión para las ánimas de nuestros queridos difuntos. Es posible recitar el Eterno Reposo también durante otros días, no solo el dos de noviembre. De hecho, el Papa mismo recita dicha oración el domingo, durante su Ángelus. Es muy usual rezarla por la mañana, por la tarde o después de todas las oraciones del Sagrado Rosario.
Dale, Señor, el descanso eterno.
Brille para él la luz perpetua.
Descanse en paz.
Amén.
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